La catedrática de Estudios Hispánicos en la Universidad de William & Mary, en Virginia (EE.UU.), Francie Cate-Arries, que participó en el I Congreso Internacional La Desbandá, celebrado en Mollina (Málaga) en octubre de 2022, concedió una entrevista al diario Público, publicada el 26 de febrero de 2023, en la que rememora los testimonios que recogió en su día sobre la represión en la Sauceda.
Así, en esta entrevista recuerda un testimonio de historia oral, el que recogió a Juana Barreno, hija de Andrés Barreno, asesinado en la masacre de civiles de la Sauceda en noviembre de 1936. “Su hija Juana tenía catorce meses por aquel entonces, y fue su madre, Eleuteria, la mujer doliente que le transmitió la memoria familiar. Una de las cosas que Eleuteria decía a su hija Juana: “No hija, yo no podía llorar, yo tuve que dejar mi pena en un rinconcito e irme a trabajar”. ¿Hablar o mostrar los sentimientos era un privilegio?”. Según dice a Público, este caso es muy curioso, porque Eleuteria tenía cuatro hijos y ninguna fuente de ingresos. “A mí me lo contó Andrés Rebolledo Barreno, que terminó presidiendo una asociación memorialista y estuvo presente en la exhumación del cadáver de su abuelo Andrés. A Eleuteria le habían fusilado a su marido y la familia de él renegaba de ella y los críos. Por eso, trabajaba, trabajaba y trabajaba. También cogía del campo lo que podía, y pedía por las casas. Según contaba Juana a su hijo, recuerda cómo en un cortijo le dieron una rebanada de pan y cuando llegó a casa la repartió entre los cuatro”. “Mostrar los sentimientos, en esta realidad, quizá era más un lujo que un privilegio. Era un lujo que no se podía permitir: descansar, reflexionar y llorar”, recogió Francie Catie.

Francie Cate-Arries, con Andrés Rebolledo (Foto de Guillermo Martínez publicada en el diario<em>Público</em>).
Francie Cate-Arries, con Andrés Rebolledo (Foto de Guillermo Martínez publicada en el diario Público).

Andrés Rebolledo, directivo del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y de la Asociación Casa de la Memoria, escribió a propósito de esta entrevista a Francie Cate-Arries: “Es una gran mujer y compañera en esta lucha desde el otro lado del océano. Viene todos los años y algunos con becarias de su misma universidad, alumn@s suyas, para que conozcan de primera mano esta realidad y puedan hacer trabajos de carrera o tesis sobre esta historia. Entrevistó a mi madre y he tenido largas horas de conversación con ella cada vez que ha venido. Muchas como ella hacen falta. Y como dice Sandra Sabatés en El Intermedio, “mujer tenía que ser” como muchas de las que quedaron viudas y huérfanas y sacaron pecho para salir adelante con dignidad”.
Francie Cate-Arries también habla en la entrevista de Público de otro caso de la provincia de Cádiz, a partir de un testimonio recogido en Ubrique: “Ana María Venegas se crio en los años cincuenta y sesenta observando a su abuela Isabel practicar un ritual inexplicable para una niña. ¿En qué consistía? Su abuela siempre cortaba una rosa blanca y la ponía al lado de la foto de su abuelo, José Bazán Viruez. Era un ritual, y Ana siempre le preguntaba, y su abuela siempre le respondía lo mismo: no me preguntes, no me preguntes. Más tarde ya le contó la historia sobre su abuelo, un buen hombre que llegó a ser concejal en su pueblo. Intentaba rellenar un hueco, una ausencia de vida, pero para la viuda casi era como un deber ético, el que no se olvidara a una persona buena, honrada, asesinada injustamente”.

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