Prisioneros en los batallones disciplinarios de la posguerra

Francisco Ardila Carretero, albañil de profesión, nació en El Bosque (Cádiz) el 22 de octubre de 1919.

Por un informe de su expediente personal de prisionero, redactado en octubre de 1944 por Manuel Roldán Rincón, comandante del puesto de la Guardia Civil de El Bosque, accedemos a sus primeros datos biográficos. Según este informe, “… Francisco Ardila Carretero, del reemplazo de 1940, soltero, natural y vecino de esta villa, hasta la edad de 17 años que tenía cuando saltó el Alzamiento Nacional, observó buena conducta y moralidad, no habiendo pertenecido a partidos políticos-sociales de ninguna clase. Al iniciarse el Glorioso Movimiento Nacional, el 24 de julio de 1936, marchó a lo que fue zona roja, en unión de sus padres, actual alcalde de dicha fecha, volviendo el 14 de febrero 1937, a hacerse visible por los alrededores de esta localidad, hasta que el citado día 14 fue detenido…”.

Gracias a Jesús Román Román, arqueólogo de larga trayectoria en las exhumaciones de fosas de la guerra y la represión en Andalucía, podemos corroborar esta información, y sobre todo ampliarla, basándonos en el capítulo que escribió para el libro La destrucción de la democracia: vida y muerte de los alcaldes del Frente Popular en la provincia de Cádiz. Vol. 1, titulado Manuel Ardila Valenzuela, el último alcalde de la Segunda República en El Bosque1.

En efecto, Francisco Ardila huyó de El Bosque tras su toma por las fuerzas sublevadas el 20 de julio de 1936. Le acompañaron sus padres, Manuel y Ana, y sus hermanas Isabel y Ana. Más tarde se les unió su tío Miguel. Su padre, Manuel Ardila Valenzuela, militante de Unión Republicana, ocupó diversos cargos en distintas corporaciones durante la Segunda República, entre ellos el de Regidor Síndico, hasta ser nombrado alcalde el 9 de julio.

El fatídico y prolongado periplo iniciado por esta familia les condujo por buena parte de las serranías gaditanas y malagueñas. En primer lugar recalaron en Grazalema (Cádiz), donde permanecieron hasta la entrada de las tropas golpistas a mediados de septiembre. Francisco quedó cercado por estas tropas pero consiguió reencontrarse con sus familiares, los cuales sí pudieron salvar el embolsamiento. La diáspora continuó por Cortes de la Frontera (Málaga), Puerto Gáliz (Cádiz), las Cañaillas (Cerca de Jimena de la Frontera, Cádiz), Gaucín (Málaga), Estepona (Málaga), Monda (Málaga), y por varios pueblos más de la Sierra de las Nieves, hasta que alcanzaron Málaga, en la que aguantaron hasta su caída en febrero de 1937.

Al igual que miles de personas que quedaron cercados por el ejército franquista, a Francisco y a los suyos no les quedó otro remedio que regresar al punto de partida. No se dirigieron directamente a El Bosque por miedo a, en el mejor de los casos, una detención inmediata. Pasaron primero por Villaluenga del Rosario (Cádiz) y luego se dirigieron al monte Albarracín, cercano al pueblo. Transcurridos unos días, Francisco fue capturado por miembros de la Falange de Benaocaz (Cádiz), los cuales le amarraron a un árbol y le propinaron una paliza. Acto seguido lo condujeron a Benaocaz y lo encerraron en la cárcel. Tras una visita de su madre y hermanas, se enteraron de las amenazas de muerte vertidas sobre Francisco por otro falangista, esta vez de Prado del Rey, así que rogaron a la Guardia Civil que fuera trasladado, por su seguridad, a la cárcel de El Bosque.

Con tan sólo 17 años, Francisco fue condenado en consejo de guerra a la pena de seis años de reclusión, cumpliéndola en las prisiones provinciales de Sevilla y Cádiz, y finalmente en la Colonia Penitenciaria de Dos Hermanas (Sevilla), donde fue destinado al canal del Bajo Guadalquivir, tristemente conocido como el “Canal de los Presos”. En agosto de 1940 se benefició de una de las primeras normativas, que lejos de demostrar una falsa indulgencia, buscaba dar solución a la inmanejable masificación de las cárceles; y de este modo, quedó en libertad atenuada con la obligación de permanecer en su domicilio y presentarse periódicamente en el cuartel de la Guardia Civil.

Las desdichas de Francisco no acabaron con esta “medida de gracia”. A la espera de que finalizara formalmente su proceso sumarial, fue convocado el 16 de septiembre de 1941 por la caja de reclutas n.º 18 (Cádiz). Era el destino que les esperaba a todos los jóvenes que no habían realizado el servicio militar con el ejército sublevado. Después de servir tres meses y dos días como mozo, fue destinado el 18 de diciembre al campo de concentración Miguel de Unamuno de Madrid, campo donde se formaron buena parte de los batallones disciplinarios en ese primer periodo de posguerra.

Desde el campo de Unamuno fue ingresado en el Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores Penados (BDSTP) n.º 93, destacado en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca). La hoja de servicios de Francisco es un claro ejemplo de la movilidad que caracterizaba al sistema concentracionario franquista, supeditado a las necesidades de trabajo forzado que requerían el ejército, y en menor medida, administraciones civiles. Pero pocos prisioneros como Francisco pasarían por cada uno de las unidades que componían la 2ª Agrupación de Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores Penados, que fijó su plana mayor primero en Algeciras y luego en Lora del Río (Sevilla).

Del BDSTP n.º 93 fue destinado el 9 de agosto de 1942 al BDSTP n.º 95, sito, entre otros lugares, en el paraje tarifeño del Alto Aragonés. El 25 de febrero de 1943 causó baja y lo destinaron al BDSTP n.º 96. Ese mes le concedieron 10 días de permiso para visitar a su padre, que se encontraba enfermo por complicaciones hepáticas, consecuencia segura de su internamiento en varias prisiones antes de ser puesto en libertad condicional el 12 de julio de 1941. La visita al padre tuvo lugar en Villamartín (Cádiz), a una veintena de kilómetros de El Bosque. A la espera de consultar su procedimiento sumarísimo, es probable que se encontrara en esta localidad porque la liberación condicional fuera concedida con el agravante de destierro. En enero de 1942 ya residía en El Bosque, pues desde allí, tal como consta en el expediente de Francisco, escribió una carta de súplica, no correspondida, para que éste fuera asignado a unidad ordinaria del ejército.

Un año después, en febrero de 1944, Francisco de nuevo es trasladado al BDSTP n.º 92, donde continuaron los trabajos forzados en Punta Paloma (Tarifa). Y por último, en mayo de 1945, cuando se encontraba en el depósito de intendencia de Algeciras, lo destinaron al campamento de Matallana, en Lora del Río.

Tras más de tres años y medio de condena en los batallones disciplinarios, le fue concedido permiso ilimitado “por llevar en filas el mismo tiempo servido por el reemplazo del 40 y encontrarse en libertad definitiva”. Fijó su residencia en El Bosque, en la finca familiar de “Huerta del río”2. Esta denominación, reflejada tal cual en la documentación, conllevó no pocos intercambios de correspondencia, ya que el coronel de la zona de reclutamiento y movilización n.º 11 de Cádiz, insistió en que se aclarase “la residencia del soldado trabajador Francisco Ardila Carretero, toda vez que el pueblo Huerta del Río con que figura en ella, no es ningún Ayuntamiento de esta provincia, no figurando tampoco en el nomenclátor de esta dependencia”.

El padre de Francisco, Manuel Ardila Valenzuela, el último alcalde republicano de El Bosque, falleció a los 58 años el 17 de abril de 1948.

Fuente: Archivo General Militar de Guadalajara. Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores Penados. 2ª Agrupación. Caja 301527, expediente 531.

1. La destrucción de la democracia: Vida y muerte de los alcaldes del Frente Popular en la provincia de Cádiz / Santiago Moreno Tello (ed. lit.), Vol. 1, 2012, ISBN 978-84-695-1214-2, págs. 297-340.

2. Fuente: Jesus Román Román.

Hoja con anotaciones de Francisco Ardila Carretero.

 

 

 

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