Documentación sobre el maestro Cesáreo Moliner Villagrasa localizada en el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares (Madrid), en las cajas registradas con los números 32/12446 y 32/13177, expediente nº 512-36. Por otro lado, para conocer su pertenencia al consistorio de Llerena como concejal, como así alega para modificar su dictamen de depuración, se han consultado las actas de sesiones de dicho municipio, que se encuentran disponibles en el archivo digital de la Diputación provincial de Badajoz.

1.- Proceso de depuración
Gracias al primer Escalafón de Maestros de Escuelas Nacionales, publicado por el Ministerio de Educación en 1946, se han podido localizar algunos datos biográficos de Cesáreo que son importantes conocer antes de entrar en el proceso que siguió. Nacido en Castellón, el 27 de agosto de 1878, nos pone en evidencia la edad avanzada, rondando la sesentena, en la que tuvo que hacerse cargo de superar la depuración. Igualmente, también hemos podido conocer su número general en dicho escalafón, el 1315, ocupando el 603 de la especialidad. Otro dato interesante es que, en el momento de realizarse el listado de los maestros de España, Moliner se encontraba destinado en Jerez de la Frontera, acumulando más de 50 años de servicio y cerca de 70 años, edad a la que alcanzaría una merecida jubilación.
Pero, centrándonos en la depuración, los informes que tienen en sus manos los miembros de la Comisión D) Depuradora del Magisterio Nacional Primario de Cádiz y su provincia, son poco favorables al maestro que ejercía su profesión en la ciudad de La Línea de la Concepción.
Desde la alcaldía se notifica que pertenecía a Izquierda Republicana1 y que frecuentaba casi a diario su casino, en compañía de su esposa. Como agravante, especifica que desapareció a la entrada del Ejército en la localidad. Obviamente, se refiere el ejército rebelde. Quizá convenga recordar que el alcalde de la ciudad en aquellos momentos era Víctor Méndez Márquez, que ejerció el gobierno municipal desde el 28 de enero de 1937, hasta el 1 de enero de 1940.
La Guardia Civil emite un escrito prácticamente calcado del municipal, al igual que el del padre de familia Maximiliano Ramírez. Otro padre de familia más, Leopoldo Pérez, se expresa en los siguientes términos: “Los antecedentes que obran en mi poder son de izquierdista y agitador social siendo repudiable su conducta privada y social. Huido”. Finalmente, el informe que emite el cura de la parroquia de la Inmaculada certifica que, según sus referencias, era de Izquierda Republicana y que desapareció a la entrada del Ejército. Este sacerdote firma su escrito el 24 de febrero de 1937 y expresa que lo hace “para que conste y a petición del presidente de la Junta Revisora de esta provincia”.
Toda esta documentación está firmada en Cádiz el 2 de junio de 1937 y será la que se remita a la Junta Técnica a los efectos de formación del expediente. La Comisión certifica que “en el acta de la sesión celebrada el día 18 de mayo de 1937, existe un acuerdo que dice: Expediente nº 61 del maestro de La Línea de la Concepción, D. Cesáreo Moliner Villagrasa, de Izquierda Republicana y agitador social. Desaparecido a la entrada del Ejército. No ha contestado a la requisitoria. Se propone pues la destitución y baja definitiva del escalafón”.
La Comisión de Cultura y Enseñanza, visto el expediente que se le había enviado, acuerda la “separación definitiva”. Documento firmado en Burgos, el 13 de octubre de 1937, al igual que la Orden, que será rubricada un día después.
El 31 de mayo de 1939, en folio membretado del Instituto Nacional de 2ª Enseñanza de Cádiz, localizamos un escrito dirigido al Sr. presidente de la Comisión Superior Depuradora, ubicada en Vitoria, para indicar que le remite la documentación presentada por Cesáreo Moliner, que está separado del servicio en aplicación de la Orden aparecida en BOE del 18 de octubre de 1937.
Efectivamente, su nombre, junto a los de otros docentes de la provincia de Cádiz –Demetrio Molina, de Jerez; Juan Pérez, José Rodríguez, Paulina Solano y Rosa Tatay, de La Línea; Manuel Pimentel, de Algodonales y Concepción Terrones, de Jimena– aparecen “separados definitivamente del Magisterio e inhabilitados para ejercer cargos en relación con la enseñanza oficial”. El texto está firmado en Burgos por el vicepresidente de la Comisión, Enrique Suñer.

2.- Descargo del interesado
Hay que esperar hasta febrero de 1939 para que, en un escrito dirigido al inspector jefe de Primera Enseñanza en Cádiz, remitido por el inspector delegado de la jefatura en Barcelona, informando de que se da traslado a la documentación presentada por nuestro maestro, respondiendo, por tanto, al acuerdo adoptado que le separaba de su puesto de trabajo.
Será en mayo de 1939 cuando una solicitud del interesado, aduciendo imposibilidad de haberlo hecho en el plazo previsto de 10 días, entre otros, por motivos obvios de la guerra y argumentando que no ha podido, por tanto, ser oído ni defenderse, pide revisar su caso.
Agustín Lahuerta, presidente de la Comisión Provincial, remite un escrito al ilustrísimo señor presidente nacional, ubicado en Vitoria, en folio membretado del Instituto Nacional de 2ª Enseñanza de Cádiz, del que es director. Este escrito va a tener respuesta el 18 de agosto desde Madrid, puesto que el director general de primera enseñanza, por orden del sr. ministro -ya se había creado el Ministerio de Educación Nacional, del que era recientemente titular José Ibáñez Martín-, devuelve el caso para que sea nuevamente estudiado, con las pruebas que aporta Cesáreo Moliner.
Un escrito firmado el 29 de mayo de 1939, presenta Cesáreo Moliner para que su caso sea revisado, dirigido al señor jefe del Servicio Nacional de Educación Primaria. En él aduce que no estaba desaparecido ni huido cuando llegó el ejército a la localidad, sino que, disfrutando de sus vacaciones de verano, se había trasladado a Sabadell, lugar de residencia de su único hijo, Emilio Moliner. Que, no obstante, en el momento en que Barcelona fue liberada, se presentó en la Inspección de Enseñanza Primaria de dicha provincia, para certificar que, debido a la enfermedad que viene padeciendo hace mucho tiempo, le había sido imposible reintegrarse en su plaza en La Línea. Para su descargo también argumenta que su hijo, tanto por su propia voluntad, como siguiendo los consejos que él mismo le había dado, se “había pasado a los ejércitos nacionales, combatiendo contra el marxismo”. Acompaña el documento con otro escrito que incluye el visto bueno del jefe de sección y que certifica que se ha presentado en la Inspección de la capital catalana, como él ha dejado claro en el escrito anterior.
Medio año transcurre hasta que nuevamente Moliner continúa con los trámites, esta vez notificando que desde el ayuntamiento de Santa María de Barberá –hoy se denomina Barberá del Vallés–, provincia de Barcelona, se le ha trasmitido la notificación mediante la cual tiene 10 días para aportar documentación en su descargo, suponemos que tras el acuerdo de concederle esa posibilidad, como hemos visto más arriba y como lo demuestra la notificación mediante la que se pide se le notifique al interesado el acuerdo de la Comisión. Igualmente, suponemos que en esta localidad es donde ha fijado domicilio el maestro, si bien este escrito está firmado en Barcelona, en noviembre.
En el mismo, que él llama instancia, argumenta que, efectivamente, fue miembro de Izquierda Republicana, pero que fue algo a lo que se vio abocado, debido a las presiones que se ejercían sobre su persona, ya que había sido concejal de la corporación municipal de Llerena (Badajoz) durante 4 años, bajo el período de la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

Acta del Ayuntamiento de Llerena, 15/2/1926, con la rúbrica de Cesáreo Moliner como concejal.
Acta del Ayuntamiento de Llerena, 15/2/1926, con la rúbrica de Cesáreo Moliner como concejal.

La documentación a la que se ha tenido acceso a través del archivo digital de la Diputación pacense ha aportado una serie de datos de gran interés, no sólo para comprobar el hecho al que Moliner se remite, sino también para conocer la política que el Directorio Civil desplegó en materia educativa. Aunque suena tentador, no nos desviaremos del asunto que nos atañe, si bien, daremos algunos apuntes para situar a nuestro maestro en aquel contexto histórico. Como es sabido, Miguel Primo de Rivera (2), en septiembre de 1923, desde su posición como capitán general de Cataluña, dio un golpe de Estado con la aquiescencia del monarca Alfonso XIII. Este periodo significó, por tanto, una primera etapa dictatorial en España, que no concluyó hasta enero de 1930 y reafirmó aún más el protagonismo de los militares al frente del gobierno, como un siniestro avance de lo que a la gente de este país les esperaba.
Las hipotéticas buenas intenciones de acabar con el caciquismo, llevó a Primo de Rivera, junto a su primer gobierno, conocido como el Directorio Militar, a legislar en base a una pretendida autonomía de los ayuntamientos. En el extenso preámbulo del Real Decreto-ley de 8 de marzo de 1924, por el que se aprueba el Estatuto Municipal, lleno de una literatura que se jacta de demócrata y donde se llega incluso a hablar de otorgar el voto a las mujeres que fuesen cabezas de familia, se plantea una reforma importante de las entidades locales. No obstante, nada de esto se puso en práctica, ya que no se convocaron elecciones y los alcaldes y concejales fueron nombrados directamente por los gobernadores civiles de las provincias, quienes, a su vez, eran designados por el propio gobierno. Las nuevas corporaciones serían formadas por “personas de alto prestigio social, de solvencia acreditada y, a ser posible, con título profesional, o en su defecto, mayores contribuyente”.
En este perfil, por tanto, Cesáreo Moliner encuadra, quizá no sólo por su posible ideología, sino como persona de prestigio y titulado. No hemos podido averiguar si estuvo afiliado a la Unión Patriótica, sólo que el grado de afiliación en algunas provincias, como la vecina Cáceres, fue elevadísimo. El partido fue creado por el dictador Primo de Rivera en 1924, aunque no estuvo en pleno funcionamiento hasta julio de 1926, es decir, después de que Cesáreo ocupara una plaza como concejal. La Unión Patriótica funcionó como partido único de extrema derecha y basado en valores del catolicismo, denominado eufemísticamente social, y adoptando la parafernalia y simbología empleada por el fascismo para movilizar a las masas (Quiroga, 2009).
Así que, podemos observar cómo el 15 de febrero de 1926, el alcalde de Llerena, Jerónimo Gómez y Gómez, tras dar la bienvenida a la nueva corporación, procede a gestionar la toma de posesión de sus cargos a los 6 miembros nuevos, entre los que se encuentra nuestro maestro. La sesión se centró en el análisis de un préstamo concedido por el Banco de Crédito Local de España –creado en 1925, como sociedad anónima para financiar a entidades locales– precisamente, para la construcción, entre otros proyectos, de 12 escuelas. Obviamente, se refieren a aulas y también a habitaciones para maestros.
Si seguimos las sesiones hasta la celebrada el 5 de junio de 1931, cuando se produce la formación de la nueva corporación, una vez que el gobierno del general Aznar –dimitido desde el 30 de enero de 1930 Miguel Primo de Rivera y concluido también el gobierno de Berenguer– convocó elecciones municipales, que significaron la proclamación de la Segunda República, podemos comprobar el discreto papel jugado por Moliner, incluso en los momentos en los que se debatía sobre la aplicación de la sesión única escolar. En la discusión que sigue, en la que dos concejales defienden la misma, o la eficacia de la doble sesión –mañana y tarde–, Cesáreo no interviene, siendo él precisamente docente y, seguramente, con opinión al respecto de tan controvertido asunto, que fue planteado el 19 de junio de 1928.
Las actas solamente recogen su intervención en la sesión celebrada en las Casas Consistoriales el 19 de mayo de 1927, cuando Moliner toma la palabra para proponer que se le dé el nombre de Arturo Gazul (3) a la calle antes conocida como Cura Moreno. La moción fue aprobada “como justo homenaje a las glorias de tan eximio literato”. Un aún joven Gazul, escasamente iniciando la cuarentena, debió, casi con toda seguridad, ser amigo o bien conocido de Moliner, para hacer semejante propuesta. La lectura de las sesiones, por tanto, nos presentan a un Cesáreo, quizá con intereses culturales, tal vez por encima de los relacionados con el poder local en el que da la impresión de que mantuvo un discreto papel. No obstante, también es admisible pensar que las actas de las sesiones del ayuntamiento, con toda seguridad, no recogen la totalidad de las implicaciones en las que “don Cesáreo”, como es nombrado en ellas, pudo intervenir.
Luis Garraín Villa –cronista oficial de Llerena– en su estudio sobre “El partido de Llerena durante la dictadura de Primo de Rivera”, destaca la construcción de un grupo escolar, en la que jugó un papel importante Ignacio Suárez Somonte, el que fuera en aquellos momentos director general de Primera Enseñanza, debido, en buena medida, a su amistad con el segundo teniente de alcalde la localidad, Miguel del Barco y Mazón. Suárez dirigió una visita a las nuevas escuelas en el mes de mayo de 1929, expresando su satisfacción, al considerarlo como uno de los mejores de la región y dotado con abundante material escolar, un piano, dos máquinas de escribir y una de coser, así como laboratorios con microscopio, proyectores y una colección de diapositivas y de imágenes de monumentos extremeños, una biblioteca, hasta instalaciones deportivas y sanitarias como un pabellón de ducha, baños y un patio de recreo. En su honor, el nuevo complejo educativo llevará su nombre que, sorprendentemente, conserva en la actualidad.
Con un coste a 184.875 pesetas, el edificio, separados los sexos en sus dos plantas, en 1929 llegó a atender a unas 150 alumnas e igual número de chicos, aunque al parecer, se detectaron deficiencias en la techumbre, por lo que cerró al finalizar el curso, aunque fue restaurado al poco tiempo (Gutiérrez, 2001).

CEIP Suárez Somonte.
CEIP Suárez Somonte.

En la sesión en la que Moliner se despide de su papel como concejal, celebrada el 24 de febrero de 1930 -puesto que el día 25 se va a proceder a la renovación automática de las corporaciones, según el Real Decreto del 15 del mismo mes-, después de los agradecimientos lógicos y desde la confianza de que “el tiempo habrá de demostrar palpablemente la buena fe que en todo momento ha guiado sus actuaciones municipales, que se han inspirado en el amor a Llerena”, enunciadas por el alcalde, también se dio cuenta del cobro de la subvención de 120.000 pesetas para la construcción de las escuelas, para lo que se acuerda el envío de una carta de agradecimiento al Ilmo. Sr. Director General de la 1ª Enseñanza que, en aquellos momentos se integraba dentro del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y ya hemos visto que se trataba de Suárez Somonte. Es probable, por tanto, que este asunto en el orden del día se refiera a otras aulas, puesto que Llerena cuenta con varias pedanías y barriadas o, incluso para las reparaciones comentadas, que precisaba el grupo escolar.
Tras este paréntesis que hemos abierto para relatar su paso por la gestión municipal durante la dictadura de Primo de Rivera, argumento que debió tener mucho peso a la hora de ser atendida la revisión de su condena, pero del que, no obstante, no presenta ningún tipo de comprobante, continuamos con el resto de alegaciones para demostrar la imposibilidad que ha tenido a la hora de responder en tiempo al expediente de la Comisión de Cádiz, que significaba su depuración. Así, de igual modo, expone su situación de extrema necesidad, puesto que no cobra ningún sueldo, dice que, desde hace 10 meses, algo que no cuadra en fechas, ya que no estaba en su destino desde el levantamiento militar de julio del 36. Asegura sobrevivir, en esos momentos, gracias al Auxilio Social y que no puede facilitar un certificado médico -en esta instancia- ya que dice haberla enviado junto a la documentación anterior que hizo llegar a Cádiz.
Esta carta, de dos folios, está remitida al presidente de la Comisión Provincial, el director del instituto de 2ª enseñanza de la capital gaditana, como ya hemos visto, Agustín Lahuerta.
Para acreditar buena conducta y certificar su estado de salud, Cesáreo logra reunir el testimonio por escrito del cura encargado de la parroquia de Sta. Mª de Barberá, José Arnella LLobet (4). El sacerdote nos aporta algunos datos, como que “está casado con Felicidad Arnau y es hijo de Ildefonso y de Concepción, tiene un hijo peleando voluntariamente en los gloriosos ejércitos nacionales contra el marxismo desde octubre de 1937. Observando buena conducta, no consta nada en contra en los archivos, es de buenos antecedentes”. Fechado el 14 de marzo de 1939 y rubricado también por Bruno Guardi, en calidad de jefe local de la Falange que, junto a los eclesiásticos, eran las otras autoridades que tenían garantías para asegurar el pensamiento correcto y la buena trayectoria moral de los docentes.

El Pensamiento, enero de 1946.
El Pensamiento, enero de 1946.

En esta ocasión, el escrito recoge también la certificación de la alcaldía: “certificamos que Cesáreo Moliner, que ha vivido parte del dominio rojo en esta población, ha observado buena conducta y que la llevó también intachable hace unos años que estuvo domiciliado en la misma en calidad de maestro nacional”. A 9 de mayo de 1939, lo firman del delegado local del Servicio de Información e Investigación (5), Juan Vinardell y, como hemos mencionado, el alcalde, Jaime Solé. Este documento también nos aporta un dato interesante respecto a los destinos que siguió Cesáreo, trasladándose de una punta a otra de la Península, antes de incorporarse a Llerena y, finalmente, a La Línea de la Concepción.
Imaginamos la dificultad en el proceso diseñado para la depuración del profesorado a la hora de determinar cuáles de estos documentos se corresponden con la realidad, qué testimonios son los verdaderos y cuánto grado de confianza merecen los personajes a los que se les han atribuido poderes decisorios sobre la “justicia”. En el caso que nos ocupa, son completamente contradictorios los recabados por la Comisión desde La Línea a los facilitados por Cesáreo desde Barberá.
Tal vez el documento al que se le pueda dar una mayor verosimilitud, sea al certificado médico expedido por el doctor Emilio Iglesias (6), redactado en papel oficial –derechos autorizados por la Junta de Defensa Nacional 8 pesetas– ilustrado con sellos y pólizas, para otorgarle ese carácter oficial que le da apariencia de incuestionable, además de ir firmado por un médico, en este caso, inscrito con el número 2020 en el colegio de médicos. “Certifico que Cesáreo Moliner Villagrasa, de 60 años de edad, casado, domiciliado accidentalmente en este pueblo, calle Sol nº 1, está afecto de asma bronquial crónico que le imposibilita para la enseñanza. Hace unos 42 días que ha sufrido ataques agudos de asma que le han imposibilitado salir de su domicilio hasta el día de la fecha”. Firmado el 8 de mayo de 1939.

Certificado médico, 8 de mayo de 1939.
Certificado médico, 8 de mayo de 1939.

Hay que valorar el esfuerzo que tuvo que suponer para él enfrentarse al proceso depurativo y tratar de salir airoso, aunque, sin posibilidad de volver a ejercer, como así dice el médico. Sin embargo, gracias al Escalafón que hemos mencionado al principio, sabemos que se incorporó nuevamente al servicio y en 1946 estaba destinado en Jerez. No cabe duda de que, por otro lado, Moliner está tratando de limpiar su nombre y de quitarse la mácula de la inhabilitación. Enfermedad que, unida a su edad, debió también hacer muy difícil el desempeño de ninguna otra profesión, lo que le llevó a él y a su esposa -no sabemos si tenían hijas, aunque todo apunta a su “único hijo”- a la situación de extrema necesidad que aduce en alguno de los párrafos de sus documentos. Esta fue una realidad para muchas de las maestras y maestros que se vieron apartados de sus puestos. Un colectivo muy numeroso que fue objeto de una represión especial que a veces se antoja desmedida, puesto que el nuevo régimen iba a entregar nuevamente el control de la enseñanza a la Iglesia.
Hay que hacer hincapié en el discurso que toda la documentación expresa respecto a la forma de dirigirse a estas nuevas autoridades locales o provinciales salidas del horror de la guerra, mediante el empleo de expresiones como “es gracia que espera merecer”, “si lo cree de justicia”, “cuya vida Dios guarde muchos años”, “de su digna presidencia”, etc. que, aunque demuestran ese alto grado de sumisión, tampoco desentonan en la ya engolada literatura propia del franquismo. Esto, unido a las exaltaciones y vivas al caudillo, Franco, las alusiones a los años de la victoria, los arriba España y demás lemas que, en algunas ocasiones aparecen en los escritos hasta dos veces, encabezándolos y después como colofón de los mismos, nos dan una idea del grado de coacción que se ejercía desde el poder y del papel perdido de la ciudadanía, sujeta ahora a toda una extensa gama de consignas y requisitos que demostraran en todo momento la humillación.

Cesáreo Moliner Villagrasa argumenta en su defensa. Lógicamente, al tratarse de un maestro, se expresa con soltura y corrección gramatical y expresiva, además de poseer una letra muy legible.
Cesáreo Moliner Villagrasa argumenta en su defensa. Lógicamente, al tratarse de un maestro, se expresa con soltura y corrección gramatical y expresiva, además de poseer una letra muy legible.

 

3.- Rehabilitación
Juan Reina Castrillón, como ya hemos mencionado, actuando como secretario de la Comisión D) Depuradora de Cádiz y su Provincia, una vez recibida y analizada la documentación que Cesáreo envía para solicitar la revisión, resume en un acta la nueva situación a la que se ha llegado respecto al sancionado:

  • Se encontraba en zona roja al iniciarse el Glorioso Movimiento Nacional, por tanto, queda eliminada la sospecha de huida.
  • Que, si bien reconoce haber sido de Izquierda Republicana, en contraposición, fue concejal durante la dictadura de Primo de Rivera.
  • Aconsejó a su único hijo varón que se incorporase en las filas nacionales.
  • Presenta informes favorables de autoridades eclesiásticas y locales.
  • Se encuentra enfermo y falto de recursos.

Todo esto lleva a la Comisión a concluir que NO DEBE SER SANCIONADO.
No obstante, este acuerdo, firmado en Cádiz el 24 de noviembre de 1939, debe ser elevado a instancias superiores que serán las que tengan en su mano adoptar las decisiones al respecto.
Sin embargo, a tenor de las fechas del resto de la documentación, da la impresión de que no hubo mucha prisa en solventar el expediente de Cesáreo, salvo que falte parte de la misma. Agustín Lahuerta redacta un escrito el día 9 de octubre de 1941 para dar cuenta de haber recibido el permiso de la Comisión Superior Dictaminadora y que se proceda a redactar la correspondiente propuesta de resolución del expediente. Han pasado, por tanto, dos años desde de que la Comisión hubiera adoptado el acuerdo previamente reseñado para la revisión. La nota tiene un carácter poco oficial, ya que se dirige a alguien llamado Ángel Palencia en calidad de “estimado y distinguido amigo”, sin que figure el cargo que ostentaba.
En un párrafo, se expresa en los siguientes términos: “aprovecho la ocasión para reiterarle mi petición del otro día sobre el asunto Bernal Rendón…” Seguramente se refiere a Antonio Bernal Rendón, maestro y masón, perteneciente a la logia Hijos de Hiram, en la que habría ingresado el 15 de junio de 1936, en la que adoptó el nombre de Kant y estaba reconocido con el grado 1º A de aprendiz. Obviamente, los masones añadían un plus, como enemigos reconocidos por el régimen, a su ya sospechosa condición de maestros republicanos, por lo que, en muchos casos, su represión no quedó sólo limitada a las sanciones administrativas.
Aunque todo indicaba a que Moliner iba a ser restituido sin cargos, el día 14 de octubre de 1941, la mencionada Comisión Superior Dictaminadora de Expedientes de Depuración, eleva a V.E., la siguiente propuesta:

  • Traslado dentro de la misma provincia.
  • No poder solicitar cargos vacantes en dos años.
  • Inhabilitación para cargos directivos y de confianza en instituciones culturales y de confianza.

Este es el último documento que aparece en su expediente, sin que podamos atestiguar ninguna otra información al respecto, aunque es plausible adivinar un final beneficioso para el maestro, aunque no sabemos en qué situación anímica y sanitaria pudo recibir la noticia y el beneficio que le significó en su muy mermada salud y en sus más que precarias condiciones de vida. La rehabilitación, sin embargo, debió animar a su reincorporación, aunque pesaran la enfermedad, la edad y los años de servicio y, además, supusiera un costoso traslado, nuevamente a la provincia de Cádiz. Encuadrado en la categoría 4ª, los haberes que se le asignaban eran de 9.600 pesetas anuales, en el año de 1946, que es del que tenemos los datos, gracias al ya mencionado Escalafón, que lo sitúan en ejercicio de su profesión, siguiendo las directrices de la resolución, en un pueblo de la provincia diferente a su destino al a ser depurado. Jerez de la Frontera será, casi con toda seguridad ese último puesto en el que, un anciano y enfermo Cesáreo, alcance el retiro.

Revisión del expediente de depuración, 14 de octubre de 1941.
Revisión del expediente de depuración, 14 de octubre de 1941.

Notas:
(1) Fue un partido de izquierdas, fundado en 1934 por Manuel Azaña, que se definía como republicano, demócrata, progresista, anticlerical… Jugó un papel importante durante la Segunda República Española, sobre todo porque Azaña había liderado las reformas llevadas a cabo en los primeros momentos republicanos como ministro de la guerra, presidente del gobierno y, finalmente, presidente de la República entre 1936 y 1939.
(2) En el manifiesto que hizo público para justificar el asalto al poder expuso sus ideas, una mezcla entre el regeneracionismo más conservador, el ultranacionalismo español y el fascismo clerical, del que extraemos este conocido párrafo final: “Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar los días buenos que para la patria esperamos. ¡Españoles! ¡Viva España y Viva el Rey!”.
(3) Arturo Gazul, (Zafra 1887-Berna 1970), vivió durante algunos años en Llerena, desde donde desplegó una intensa actividad como periodista en diversos periódicos de la época en los que, entre otras cuestiones, trataba de poner en valor los monumentos y la cultura extremeña de cara al turismo. Fue un excelente conocedor de Extremadura, también gran viajero y hombre culto que promovió tertulias en su propia casa. En su apuesta por el teatro, defendió el uso de los restos del romano de Mérida como lugar para representaciones de clásicos, consiguiendo, no si oposiciones que, en 1933, Margarita Xirgu, representara Medea, sesión a la que asistió el propio Manuel Azaña, Gregorio Marañón o Miguel de Unamuno. En la actualidad, una plaza y la Biblioteca Pública Municipal, llevan su nombre.
(4) Fue el fundador de una revista comarcal, El Pensamiento, en enero de 1946. En el número de celebración de su 25 aniversario, aseveran “haberse convertido en auténtico órgano de divulgación ciudadana (…) para formar e informar”. En el número especial, se incluyen unas palabras del padre Arnella, en catalán y firmando como Josep, desde su retiro en Sabadell.
Resulta, cuando menos curioso, que uno de los pilares locales del nacional catolicismo que, con su opinión puede hacer rectificar a quienes ostentan el poder, con el paso de los años, se decante por el empleo del catalán, despreciado por el régimen franquista. Con la distancia del tiempo, tal vez estamos ante un ejemplo más del nacionalismo catalán.
(5) Desde su creación a principios de la guerra, hasta su disolución en 1975, fue una especie de policía política de vigilancia de la población, en manos de la Falange.
(6) Nacido en Sant Feliu de Guixols en 1901, fue médico titular del pueblo desde 1925 hasta mediados de los años 60. En la actualidad, una calle en Barberá del Vallés lo recuerda: carrer de Emili Iglesias i Coll.

Bibliografía

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