(Artículo de Sergio Fernández Uceda en Europasur, 24/07/2022)
Hace 86 años, el sábado 18 de julio de 1936, daba comienzo la Velada de La Línea con los ecos de los primeros disparos de los militares sublevados de fondo. Parte del ejército, desde sus posiciones en África, había iniciado un levantamiento contra el Gobierno de la II República y las ciudades a orillas del Estrecho serían las primeras en sufrirlo.
El miércoles 15 de julio de 1936, dos días después del asesinato de José Calvo Sotelo, los diarios de la vecina ciudad de Gibraltar, El Calpense y Gibraltar Chronicle se mostraban temerosos de las consecuencias del crimen. El Calpense se preguntaba en su portada “¿Hasta dónde van a llegar las cosas en España?”, terminando con lo que parece un vaticinio de la futura Guerra Civil:
La mente más esclarecida y mejor templada se pierde en las tenebrosidades de este horrible y anatematizable asunto. Y de todos los labios brotan, ansiosas, las preguntas de: ¿qué pasará ahora?, ¿será esto el principio del fin? Pero nadie acierta con la respuesta; nadie vislumbra si ese fin será un resurgimiento feliz de la nación, o un hundimiento total en un caos espantoso.
La Feria, aunque arrancaba oficialmente el día 19 julio, comenzó el sábado 18 y terminaría el domingo 26. La fiesta iba a contar con espectáculos taurinos, musicales y de pirotecnia. Además, la junta de fiestas de La Línea y las autoridades de la roca llegaron a un acuerdo para mantener abierta la frontera hasta las 3 de la madrugada. Los linenses estaban entusiasmados por la instalación de las casetas municipales y privadas, la llegada de los feriantes, con sus puestos y aparatos de recreo, hoy cacharritos, y los numerosos forasteros de todas las ciudades.
El inicio de los hechos, 18 de julio
Como bien indica el historiador José Manuel Algabarni en su artículo ‘Algeciras, agosto de 1936. El convoy de la victoria y el bombardeo del acorazado ‘Jaime I’ (I)’, en el Campo de Gibraltar “apenas existieron hechos bélicos en el contexto de la Guerra Civil española. A pesar de constituir un lugar de preferencia estratégica por los militares sublevados y por el gobierno republicano”. No obstante, estas conclusiones son matizables porque, más allá de la guerra convencional y de los grandes escenarios bélicos, sí hubo hechos reseñables, aunque sofocados en poco tiempo dada la asimetría de fuerzas de los combatientes.
Unos días antes de la llegada de las tropas sublevadas a la ciudad, el diario El Calpense se hacía eco de los levantamientos en Marruecos y partes de la península, preguntándose: “¿Qué pasa en España?”, ya que las informaciones que llegaban por parte de la agencia de noticias Reuters aun era escasas y contradictorias; el Gobierno de la República decía tener bajo control la situación mientras que los sublevados, mediante discursos de Queipo de Llano a través de medios radiofónicos, hacía llegar todo lo contrario y anunciaba la próxima instauración de una dictadura.
Los días 20 y 22 de julio, El Calpense ofrecía los detalles de lo que ocurrió en la vecina ciudad. Los hechos no dejaban dudas de la masacre que se vivió en el fin de semana de la Feria. El periódico comienza a disculparse por la limitada información con la que cuentan ya que debido al movimiento “revolucionario” (los sublevados) sus empleados residentes en La Línea no se habían podido presentar al trabajo.
El periódico se limitó a narrar los hechos de los que disponía hasta el momento, que no eran pocos. Se hacía saber que en San Roque reinaba la tranquilidad, habiendo sido tomada por los sublevados sin casi hacer un disparo. Desde Algeciras se sabía que los militares sublevados obligaron a la compañía del vapor Punta Europa a salir dirección a Gibraltar, negándose los obreros a montarse.
En cambio, la información que llegó de La Línea era más extensa. El sábado 18 de julio, en el cuartel de infantería comenzaron a discutirse qué acciones tomar dado el inicio del golpe de estado. Una sección partidaria del golpe salió del cuartel a pegar en las calles los bandos que proclamaban el estado de guerra. A su vuelta, con la Velada como escenario de fondo, se oyeron unos disparos. Unos oficiales trataban de sublevar a la tropa que decidió no apoyar el levantamiento militar. Algunos de estos militares, con la ayuda de las juventudes socialistas y otras organizaciones obreras empezaron a luchar contra la sección golpista, logrando controlarlos unas horas después. Los militares golpistas, junto a colaboradores y simpatizantes fascistas, huyeron a Gibraltar.
Los militares que no se sumaron al golpe empezaron a repartir las pocas armas de las que disponían entre los más decididos defensores de la república, que junto a los carabineros y guardias civiles fieles al régimen democrático se apostaron sobre la carretera de España para vigilar la llegada de refuerzos de los sublevados. Proveniente de Algeciras llegó un vehículo militar con intención de sublevar a la tropa que residía en La Línea, pero al llegar a la zona y solicitarle que parara, el vehículo apagó las luces y antes de que nadie se aproximara abrió fuego, entablándose un fuerte tiroteo y huyendo los golpistas hasta refugiarse en el Teatro del parque.
En su huida hubo quienes entraron en domicilios particulares. En algunos patios se dispararon entre sí, alarmando a todo el vecindario. El tiroteo duró hasta bastante tarde y obtuvo como resultado 2 muertos y 14 heridos. A duras penas, el golpe parecía haber sido controlado en La Línea. Después de estos hechos, muchos linenses cruzaron a Gibraltar. Otros vecinos, al percatarse de la colaboración de parte del ejército con el movimiento “fascistoide” comenzó a saquear las viviendas de los que profesaban estas ideas, sacando sus muebles y haciéndolos arder junto a toda la documentación bancaria.
Los exaltados vecinos saquearon una clínica privada, supuestamente colaboradora de los golpistas, y trasladaron sus aparatos a la Cruz Roja y a los pacientes al Hospital Municipal. Al saberse que se aproximaban los soldados regulares, muchos gibraltareños volvieron a su ciudad y no pocos linenses, especialmente mujeres y niños, empezaron a cruzar en calidad de refugiados temiéndose lo peor.
Los trágicos sucesos de La Línea, 19 de julio
A las 11:00 del domingo, tras una noche donde no cesaron los disparos, llegó por Puente Mayorga un barco, el cañonero nº19, que se situó en la playa de La Atunara y disparó contra el edificio donde se encontraban los partidarios de la república. Tras ello, desembarcaron las tropas golpistas. Los carabineros, guardias civiles, juventudes socialistas y sindicalistas, faltos de municiones y sin esperanzas de que llegara más ayuda, resistieron cuanto les fue posible. Las tropas marroquíes que llegaban iban mucho mejor armadas y ante la imposibilidad de resistir se rindieron, huyendo muchos oficiales a Gibraltar. Sin embargo, parte de la población no se rindió y opuso cierta resistencia.
Los regulares desfilaron con banderas blancas por la ciudad sobre las 17:00, en aparente signo de paz, aunque a su paso murieran algunas personas. Dos horas después, desde el cuartel, un núcleo de dichas fuerzas, con banda de cornetas y tambores salió para fijar en las esquinas un bando. Al final de la calle San Pablo, próxima al cuartel, empezaron la batalla. Casi de manera improvisada, los defensores de la república empezaron a tirotear a los regulares, que caían en gran número. Los marroquíes y legionarios, mejor formados y equipados, contestaron rápidamente con sus ametralladoras. La cercanía al cuartel hizo que el resto de la tropa saliera con todo: fusiles, ametralladoras y bombas de mano. Lo que debía haber sido un domingo de feria tornó en un auténtico baño de sangre.
El diario El Calpense narra la horripilante escena así:
El espanto fue general, inenarrable; caían por todas partes muertos y heridos; las fachadas de las casas eran acribilladas, y los moros no cesaban en su fiera cacería humana, sin que durante largo rato atendieran las voces de mando de sus oficiales, que les ordenaban parar el fuego.
La brutalidad de los hechos son muy similares a los que el historiador Hugh Tomas asocia en su clásica obra La Guerra Civil Española (I) (1979) a los regulares y la Legión, que fueron un terror para las ciudades del sur de España. Si encontraban cierta resistencia se efectuaba un asalto, sin realizar prisioneros, con su posterior represalia.
La Cruz Roja de La Línea se vio sobrepasada por los hechos. Salían a las calles identificados para que las tropas regulares que dominaban las bocacalles no les atacaran. No pararon de recoger heridos y víctimas ajenas que se vieron repentinamente entre el fuego cruzado. La matanza se podía observar por la ciudad, había manchas y salpicaduras de sangre en las calles y roturas en las fachadas, puertas y ventanas de las casas. La recogida de muertos y heridos duró toda la noche. Según describe el periódico, todas las camillas del camión de la Cruz Roja estaban empapadas en sangre y en el suelo del citado vehículo se llegó a formar un imponente charco de sangre. El diario Gibraltar Chronicle da la friolera cifra de 90 muertos solo en el domingo, no cita heridos.
El famoso historiador gibraltareño Mesod Benady, más conocido como Tito Benady, recordaba en 2021 los trágicos sucesos de este día en la conferencia La guerra vista desde Gibraltar, para La Casa de la Memoria La Sauceda (Jimena de la Frontera):
Me acuerdo muy bien de aquel domingo 19 de Julio de 1936, el día después de que estalló la guerra. Yo acababa de cumplir 6 años, y cuando íbamos a la playa escuché a los mayores decir que hubo problemas en la Feria de La Línea, la noche anterior. Fuimos a la playa de Levante que en ese tiempo era poco frecuentada por los gibraltareños. Pusimos nuestra sombrilla y a una distancia de 200 metros otra familia puso la suya. Aparte de eso, la playa estaba desierta.
De pronto empezaron a llegar botes de remos de los pescadores de La Atunara y vimos mucha gente saltar a tierra. En media hora la playa estaba llena de gente; y había llegado un policía en bicicleta, que vio lo que ocurría desde su puesto en La Caleta, pero no podía impedir los desembarcos que continuaban. Aparentemente había tanta gente tratando de escapar de los acontecimientos en La Línea que el bullicio en la entrada terrestre de Gibraltar fue considerable y la policía de Gibraltar la cerró. Por eso, muchos acudieron a los pescadores para que les llevaran a la playa de Levante.
En poco más de media hora empezaron a llegar familias y conocidos de los refugiados, con coches, taxis y coches de caballo para llevarlos y su equipaje. Algunos, que no tenían conocidos en Gibraltar, los vi el lunes por la mañana, que habían pasado la noche en el patio de la bolsa (hoy el Parlamento) y les habían traído mantas y cojines para acomodarlos. En ese tiempo la confitería de Amar estaba en la piazza, y el dueño, Macky Benzimra, gran partidario de la república y de los socialistas españoles, les trajo pan fresco y café para que los que se refugiaron allí pudieran desayunar…
Las cifras de los refugiados varían. El Gibraltar Chronicle de ese sábado habla de mil refugiados y el del domingo, más de 5.000. Tito Benady en su conferencia habla que hubo alrededor de 8.000 refugiados mientras que el historiador Edward G. Archer en su obra Gibraltar, Identity and Empire (2006) habla de unos 10.000. Tomando la cifra intermedia estaríamos hablando del 23% de la población de La Línea, que por entonces rondaba los 35.000 habitantes.
El triste final
Los golpistas, después de dos días de resistencia de la ciudad, lograron controlar la situación. Al grito de “¡manos arriba!”, se realizaban los cacheos a todo aquel que circulaba andando por La Línea o en dirección al Peñón.
La ciudad estaba vacía, “reinando por todas partes un silencio y una quietud que oprimen el ánimo”, decía El Calpense. Los siguientes días, según el Gibraltar Chronicle la ciudad fue el escenario de la lucha entre la marina y aviación republicana y la aviación sublevada, hechos que se alargarían durante el mes de agosto.
A lo largo del verano las autoridades golpistas hubieron de hacerse cargo de los impagos a los espectáculos taurinos y algunos feriantes. En Gibraltar, su Gobierno hacia frente a la avalancha de refugiados, la escasez de alimento, de vivienda, de trabajo y a la subida de los precios de la libra esterlina.
El 2 de septiembre de 1936, El Calpense, haciendo un balance desde julio decía:
Verano triste, extraño, falto de su desbordamiento natural, materialmente desquiciado en todos los órdenes de la vida natural y corriente de Gibraltar, lo mismo en sus actividades interiores que en sus gratas salidas al exterior, sobre todo a España y Marruecos…
¡Velada de La Línea -que tan gibraltareña es como linense -, perdida no solo en lo que afecta al solaz y sano recreo de los miles y miles de concurrentes a ella, sino muy principalmente a lo que se refiere al movimiento del dinero…
Se avecinaban tiempos difíciles para ambas ciudades, aunque nadie pensara que fuera a durar lo que duró. La Feria de La Línea no volvió a celebrarse de nuevo hasta 1941, donde el régimen franquista conmemoraba el 18 de julio, en la misma feria como día del mal llamado Movimiento Nacional, olvidando o haciendo olvidar lo ocurrido en la anterior celebración.