Pobreza y lucha antifranquista fueron dos términos irremediablemente forzados e entenderse en la posguerra española. Sobrevivir y resistir, condujeron a que contrabandistas y guerrilleros colaboraran en muchas ocasiones, o a que en otras acordaran un pacto no escrito de no molestarse cuando sus caminos se cruzaban en el monte.
Los componentes de la guerrilla no sólo eran auxiliados por los conocidos como enlaces; también contaban con la asistencia de personas ajenas a la organización que, a modo de recova, les proveían de alimentos y otros útiles a cambio de dinero. No obstante, la principal cooperación entre contrabandistas y «los de la sierra» no se daba precisamente en esta, sino en el mar, y tenía un destino: la ciudad internacional de Tánger, donde a partir de 1945 buscaron refugio muchos de estos luchadores.
Guerrilleros como el Contreras, el Chaves, el Patagallina, el Macaco, Currito o Tres Duros cruzaron el Estrecho en embarcaciones que practicaban el contrabando con esta ciudad. Que fue sin duda una actividad que entrañaba serios peligros lo comprobamos en el caso documentado, uno de tantos, de la lancha Euphrosyne, matriculada en Gibraltar. Fue tiroteada a la altura de Punta Carnero y sus tripulantes detenidos y acusados de transportar a «elementos extremistas». La mercancía incautada se componía de lo siguiente: tabaco rubio, penicilina, estreptomicina, sacarina y lápices Koh-i-noor.

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