En un país asolado por el hambre y la pobreza hasta bien entrada la década de los cincuenta, donde los productos al alcance de la población eran de una calidad pésima, Gibraltar ofrecía un agarradero al que asirse. El contrabando de menudeo practicado en el Peñón permitió a muchas familias salir adelante. Para algunas supuso el único ingreso económico; para otras muchas, un complemento a unos salarios de miseria. Artículos de calidad como el café, el tabaco, el azúcar, la mantequilla, el pan blanco «de lata», las medias «de cristal», la «carne combí», el jabón «carbónico», la penicilina y otros tantos eran inasequibles en la España de Franco. Los «mandaos» de nuestras abuelas y abuelos, padres y madres, pusieron sobre la mesa unas pequeñas pinceladas de color y esperanza.

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