
Ayer recibimos la triste noticia del fallecimiento a los 97 años de Pasionaria León Díaz, que quienes la hemos conocido en persona o a través de nuestro amigo Fermín, su hijo, hemos llegado a sentir y querer como una abuela. Casi un siglo de vida en el que queda representado y escrito bajo la piel la historia de un país y de su pueblo, y sobre todo, una lucha personal por la dignidad y la libertad.
Pasionaria, que debe su bello nombre a una flor y a la tradición libertaria de renegar del santoral católico, nació el 31 de diciembre de 1928 en Jimena de la Frontera, a pocos metros de donde hoy se encuentra la Casa de la Memoria, donde nos sentimos honrados de conservar y divulgar retazos de su vida: los escritos biográficos que les dedicaron los investigadores Juan Ignacio Trillo Huertas y Juan León Moriche, el homenaje radiofónico que le tributó Nieves Concostrina, la correspondencia familiar entre las fatídicas fechas de 1939 y 1951, fotografías y videos familiares, y un largo etcétera de vivencias que sin duda liberaremos y echaremos a volar para que os lleguen y os cuenten.
Con apenas siete años, Pasionaria, su familia y medio pueblo emprendieron la “huía” poco antes de que a finales de septiembre de 1936 las tropas mercenarias de los golpistas entraran a sangre y fuego en Jimena. Su padre Sebastián había cometido el “delito” de ser albañil y uno de los líderes del sindicato afecto a la CNT que desde hacía al menos 5 años, entre clausuras y detenciones, bregaba por mejorar las horribles condiciones laborales y sociales de los jimenatos. De no haber huido, su nombre lo encontraríamos hoy entre las más de cien víctimas que el franquismo asesinó en el municipio.

Andando, y con su madre Milagros embarazada, llegaron hasta Estepona. Más tarde alcanzaron del mismo modo Fuengirola, donde nació su hermano Liberto. Su otro hermano menor, Servet, apenas contaba unos pocos años. Y finalmente llegaron a Málaga, ciudad que permaneció en manos gubernamentales hasta febrero de 1937, enclave donde se apretaron literalmente decenas de miles de refugiados que igualmente escapaban de aquellos que dijeron que venían a “limpiar” España valiéndose del armamento proporcionado por nazis alemanes y fascistas italianos.
De nuevo a emprender la «huía”, por supuesto también andando los más de 200 kilómetros que separan Málaga de Almería. Ahí el terrible éxodo que los historiadores estiman en alrededor de 150 mil personas, recordemos una vez más que eran civiles indefensos; pasó a conocerse con el erróneo y despectivo término que hoy conocemos como la “desbandá”. Como todas las masacres cometidas por el franquismo, tapadas e impunes durante décadas, se desconoce obviamente la cifra exacta de asesinados y asesinadas en esa carretera de la muerte, pero se calcula en torno a las 3.500 personas, sobre todo mujeres, niños y niñas y ancianos. Pasionaria y su familia pudieron sobrevivir y llegar a Almería, alimentándose como la mayoría a base de cañas de azúcar.

Los siguientes destinos los impuso la lógica cruel de la guerra, una guerra en la que perdieron la vida dos de sus tíos; a Cristóbal lo fusilaron camino del castillo de Jimena, junto al Arco del Reloj. Fermín murió combatiendo en el frente de Teruel. Era necesario buscar un lugar más seguro lejos de las bombas y las trincheras. De este modo recalaron en Alicante, y luego en Serra (Gerona), donde en enero de 1939 un nuevo hermano se incorporó a la familia. Le llamaron Fermín en recuerdo de su tío.
Con once años, Pasionaria cruzó la frontera hacia Francia cuando cayó Cataluña. En ese país vecino, que renunció a poner en práctica las buenas costumbres de vecindad que se presuponen y esperan en tiempos de calamidad, la familia quedó definitivamente separada. Su padre Sebastián fue internado en el campo de concentración de Saint Cyprien, y posteriormente fue forzado a trabajar en las compañías de trabajadores extranjeros.

A Pasionaria, su madre Milagros y sus tres hermanos, no les quedó otro remedio que venciendo el miedo y la pena regresar a Jimena de la Frontera. La casa familiar había sido incautada (robada) y tuvieron que recurrir a la ayuda de familiares para poder sobrevivir. Milagros montó una tiendecita y, como muchas mujeres viudas de guerra o esposas de exiliados o presos, se dedicó al matuteo con Gibraltar. Pero no sólo les robaron la casa. El nacionalcatolicismo no podía consentir que nombres tan extraordinarios y libres como Pasionaria, Servet y Liberto sonaran por esas calles en blanco y negro de Jimena. Pasaron a llamarse por obra y gracia de dios Isabel, Pedro y Alberto, respectivamente.
Sin embargo, el mayor “robo” que cometió el franquismo contra esta familia fue la cruel condena por la que su padre Sebastián se vio obligado a permanecer en Francia hasta que falleció en 1951, de pena, de soledad, abatido por el trabajo y la humillación. Dos años antes de su muerte, Pasionaria le escribió una carta en la que le contaba que le quería dedicar “un disco” muy bonito que había salido recientemente. Le escribió la letra de la canción y le encomendaba que para escucharla tenía que sintonizar la frecuencia de Radio Andorra. La canción no podía ser otra que “El emigrante”, de Juanito Valderrama.
Tratando de recomponer la vida, la familia al completo acabó emigrando a Canarias, donde desarrolló una larga trayectoria profesional como empresaria, con la puesta en marcha de unas galerías comerciales y talleres de confección. Desde 1986, residía en San Pedro de Alcántara.

Recientemente, el grupo municipal socialista en Marbella había solicitado al ayuntamiento que se creara en la localidad un espacio público dedicado a la memoria histórica y que llevara el nombre de Pasionaria. La ultraderecha actual, heredera de aquella ultraderecha que provocó todas las desgracias que hemos tratado de condesar mal o bien en este escrito, lo ha impedido y negado.
Lo han negado e impedido, Pasionaria, porque contentos de chapotear en la ignorancia, no conocen tu historia; y si la conocen, es que no tienen dignidad ni vergüenza.
Tu memoria sigue en pie y reside en tus hijos y nietos. Tu memoria, que es la nuestra, reside en nuestros corazones. Que la tierra te sea leve, Pasionaria.