El libro de Hernán A. Silva, en la Biblioteca de la Casa de la Memoria.
El libro de Hernán A. Silva, en la Biblioteca de la Casa de la Memoria.

La sección ‘El escaparate de libros’ del proyecto “Memoria y exilio transoceánico”, que desarrolla la Casa de la Memoria La Sauceda sobre el exilio andaluz en Argentina y que está patrocinado por Iberarchivos, continúa con una monografía editada por la Universidad Nacional del Sur del país sudamericano en 1998. Su título, Significado de la presencia española en la Argentina en el siglo XX; su autor, Hernán Asdrúbal Silva, licenciado en Historia por dicha universidad y doctorado en Historia de América por la Universidad de Sevilla. Este libro está catalogado en la Biblioteca Javier Núñez Yáñez de la Casa de la Memoria con el número 2340.
El capítulo VIII de esta monografía se titula “De la República a las últimas décadas”. En el mismo, el autor explica que con ocasión del levantamiento franquista contra el régimen republicano “sectores políticos nucleados en asociaciones como los centros republicanos españoles diseminados por el país o la Agrupación de Socialistas Españoles de Buenos Aires salen en defensa de la República, al igual que una gran cantidad de entidades de origen mutualista”, si bien “la lucha de España se trasladó a la puja por el control y consecuente definición de las asociaciones mutuales establecidas en la Argentina; manifestando muchas de ellas una actitud de neutralidad que fue entendida como pro-rebelde”.
De todos modos, “a la acción directa de partidos políticos, se sumó la organización de instituciones de apoyo, como la Agrupación de Amigos de la República Española, la Federación de Organismos de Ayuda a la República Española o la Comisión Coordinadora de Ayuda a España”, frente a las cuales los partidarios de la sublevación también crearon organismos para recaudar fondos con destino a la zona nacional.

Hernán A. Silva distingue dos tipos de inmigrantes: los provenientes del exilio español provocado por la derrota del bando republicano y los por motivaciones económicas y soviales generan un breve pero masivo flujo, sobre todo después de la firma de los convenios hispano-argentinos de 1946 y 1948. Sobre el primer tipo, el autor explica: “Si bien Argentina no recibió contingentes tan grandes numéricamente como México, cuyo presidente Cárdenas había manifestado su inclinación definida por el sector republicano, desde el punto de vista cualitativo la incorporación fue muy importante”.

El autor aclara que “uno de los factores determinantes de la limitación en la cantidad y la dilatación en el tiempo del ingreso de exiliados estuvo dado por las restricciones ipuestas por la legislacion inmigratoria argentina”, lo cual se pudo contrarrestar por vías directas o indirectas, como la entrada ilegal por las fronteras de Chile, Paraguay y Uruguay, a lo que hubo que sumar la llegada más tardía de exiliados en Europa que vieron peligrar su seguridad por el avance del nazismo.

No todos los exiliados españoles recibieron igual trato por parte de las autoridades argentinas, como recuerda Silva, pues es sabido que los vascos recibieron una consideración especial. El 30 de agosto de 1939 se había constituido el Comité Pro-Inmigración Vasca, cuya acción propagandística, unido a la fama de laboriosidad de los vascos, propició que el presidente Ortiz dictara un decreto el 20 de enero de 1940 con condiciones beneficiosas para los oriundos de Euskadi.

De todos modos, desde el punto de vista del conjunto de los exiliados españoles, “la Argentina constituyó un atractivo importante para muchos hombres de ciencias y letras”: “profesores universitarios que prestigiaron las cátedras de diversas casas de altos estudios del país, periodistas, escritores, profesionales que para el ejercicio de su saber debieron revalidar sus títulos, libreros, etc., forman la pléyade de exiliados que dieron lustre a esa generación de inmigrantes; incluso editoriales tan importantes como Sudamericana y Emecé vinculan también sus orígenes con el exilio”.

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